Descubres por puro azar, que todos los días te encuentras con las mismas personas en tu rutina diaria, ellos como tu, también te observan, se fijan si estas afeitado, si hueles a colonia, si compraste el periódico, o llevas como siempre sueles hacer, los auriculares en los oídos para desconectarte del mundanal ruido y encerrarte en el limbo de los músicos del infierno; si tienes ojeras por haber dormido mal por una pesadilla plastisima que no hubo manera de erradicarla de tus pocas horas de descanso; si la tristeza que hoy reflejas en tu semblante es síntoma de alguna triste noticia, si esa cara de tontolaba que hoy tienes es por haber echado un buen polvo o es que es tu cara de siempre, la natural, la que no puedes cambiar porque no tienes con que sustituirla; ellos como tu, jamás os comunicareis, sois extraños en el tren; en el bus. Siempre los encuentras a la misma hora en la parada del bus, o en la estación del metro. - ¡Pero algo ocurre!-. Un día por esas cosas de la vida, cambias de horario, y aquella persona que empezaste a mirar con cierta amistad, desaparecerán para siempre de tu vida, igual que te ocurrió a ti tantas veces en el transcurso de los años con personas que pasaron por tu vida, aquellas que ya las considerabas parte de tu pequeño universo, eran parte del paisaje de la ciudad, como lo es para el pastor o el agricultor, el árbol, la acequia, el camino al establo, la caminata hasta la huerta, el horizonte, las montañas, el perro Fox Terrier esperando su regreso a casa, la vaca Veronica con sus ubres esperando la mano del pastos para ser ordeñada.
Y un día......, así; sin que nadie lo note, cambias tu rutina y todo tu paisaje cambia para siempre.
Y un día......, así; sin que nadie lo note, cambias tu rutina y todo tu paisaje cambia para siempre.
Nunca pude ver más allá del ayer...
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