Empiezo a sospechar que soy un extraño en el paraíso.
Desde ese instante comprendí, que cada espacio que fuera ocupando en el tiempo, sería una pétrea argumentación a mis actos, ahora pertenecía a un reino, donde yo era el rey en un lugar inexistente; en un lapsus de retales de recuerdos de la inmensa extensión de sombras que había sido mi vida. Ahora podía gozar durante un soplo, en una región desbastada, que tuvo el privilegio de ser la cuna de la civilización, el continente que en otrora tuvo en sus manos romper con todas las cadenas que le ataban al pasado, y se dejo vencer, y hoy es tan solo un continente sin rumbo, la última morada de las sombras errantes.
Volvió a encenderse la luz, pero aquel que había existido en energía o corporalmente, ya no tenía lugar en aquel amanecer preparado para ser vivido por nuevos personajes en un decorado igual pero distinto.
La rueda volvía a girar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario