Cuando fuimos mortales y pensamos que era difícil ser Dios
Le ocurrió en una de aquellas épocas; el iba sentado, y a su lado estaba una mujer que se cruzo en su vida durante los últimos cinco años sin haberse nunca dirigido la palabra, y en aquel instante del no tiempo, ella, la mujer, estaba hablando con su compañera de asiento, la decía que su marido había muerto hacia un mes de un infarto; él no lo pudo reprimir, la miro, se cruzaron sus miradas, ninguno de los dos dijo nada, pero en ese instante los dos supieron que habían entendido el mensaje no verbal que se dirigieron en ese efímero espacio en el que sus ojos se cruzaron; se habían abrazado, y se habían dicho todo lo que en esos cinco años jamás se atrevieron a decirse, la abrazo con la mirada, le dio las condolencias y un beso de amor eterno; luego el tren llego a la estación, él, se levanto de su asiento y se dirigió a la puerta de salida; las puertas del convoy se abrieron y el con paso enérgico salió sin mirar hacia atrás; el silbato señalaba que las puertas a su espalda se cerraban para siempre; nunca más volvió a verla, cambió su hábito, y aquella mujer que había sido parte de su vida durante esos últimos cinco años, dejó de ser un espacio de tiempo en su no tiempo en los viajes que se hacen a diarios mientras seguimos descubriendo paisajes en los desplazamientos de nuestra ciudad. Nunca más tuvo la suerte de que sus vidas volvieran a cruzarse en los trenes del tiempo. Tiempo, dame vida, vida, dame tiempo.
Ah, pero era mucho más viejo en aquel entonces, Soy más joven ahora
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