Rompimos los cinco minutos en la fugacidad del instante;
aromas de cuerpos aún por conocerse;
la premura de deseos.
El tiempo robo la inmediatez,
sin embargo nuestro yo corpóreo
prolongo los cinco minutos en eternas sombras.
Silenciamos pensamientos que soñaban con nacer.
Convertimos los cinco minutos
en tiempo que juegan con la ingravidez,
y hace que se vaporice en nuestras manos lo tangible.
Ahora partimos a los confines del universo,
los cinco minutos, se convirtieron
en siluetas de un tiempo aún por definir,
por delimitar, eran sombras errantes.
Buscaban ser una linea visible en el horizonte.
Eran nuestros cinco minutos.
Volvieron los prodigios,
pero ahora
eran pura verdad... tu cuerpo era la tierra
y yo, el centro de gravedad...
El tiempo se detuvo
creando un instante inmortal...
Tu cuerpo era el principio
y el mío, su punto final...
Y me dormí,
vencido por el sueño
junto a ti...
luego soñé,
soñé que despertaba
y te busqué
Te fuiste, amor...
y sólo hubo ceniza
alrededor.
Y ya no vi prodigios
ni luces, ni sombras, ni mar
Tu cuerpo era un vacío
y su centro, el frío polar...
El sol de medianoche
cayó en un eclipse total...

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