martes, 19 de mayo de 2015

El silencio


Todo empezó en aquel silencio evanescente que se gestó en el supercontinente llamado Pangea.

Trato de entender como desde que acaeció aquel silencio que surgió de la nada, en un sueño que al despertar lo mantenemos en el subsconciente, y él, el sueño, trata de ser vaporoso, y desaparecer como si nunca hubiera sido soñado; hoy, pasado unos cuatro mil quinientos millones de años de aquel advenimiento. Descubro para mi asombro, que sigue habiendo verdaderos silencios. Aquellos que son demasiado llamativos, largos en eso que últimamente me da por darle tantas vueltas, y a lo que no puedo asirme con la valentía de el niño (tiempo), del que yo apenas dispongo; y también opresivos, pues denotan la intolerancia y deslealtad de aquel al que depositamos nuestra confianza (el amigo).
Al silencio del amigo: "No oiré nunca más tu voz, no habitara en mí nunca más tu recuerdo."
Mañana, al despertar,
no existirá el supercontinente Pangea.


El rumor

Tu silencio 
sera un recuerdo indeleble
en la memoria del tiempo;
cuando el tiempo
sea solo un vestigio
en el silencio,
de aquella hermosa 
dilatación del tiempo
en el tiempo eterno.




Mis palabras como silenciosas gotas de lluvia cayeron, 
e hicieron eco en los pozos del silencio. 
Y la gente se inclinó y rezó 
Al dios de neón que crearon. 
Y el cartel encendió su advertencia 
Con las palabras que estaba formando. 
Y los carteles decían que las palabras de los profetas 
Están escritas en las paredes del subterráneo y en los conventillos. 
Y murmuradas en los sonidos del silencio.



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