Pensó que iba a ser eterno; nadie le explico que no veníamos para estar aquí para siempre, que todo tenia una caducidad; que nada era para siempre.
La melodía de la vida le hizo descubrir que todo cambiaba con el paso del tiempo; ese tiempo que el creía que no existía.
Hoy a punto de desaparecer de la faz de la tierra sabe que gracias a el amor, su vida transcurrió por la vereda de la felicidad.
La eternidad no existió para este pequeño hombre común, pero tuvo una vida repleta de instantes de amor que superaran para siempre la eternidad que creyó tener al nacer.
Mañana al salir el sol, en las lomas de aquella ciudad gris y anodina; una tumba sin nombre recuerda al hombre feliz, todos los que creen en el amor, antes de iniciar su viaje por la vida, pasan a pedirle consejos al hombre sin nombre, aquel que sin ser eterno, consiguió que la muerte fuera un puente hacia la inmortalidad.
Se dice, se habla, que le han visto encender por la noche el firmamento.
Sí debería vivir para siempre, y todos mis sueños se vuelven realidad
Mis recuerdos del amor serán: tú
No hay comentarios:
Publicar un comentario