Murió la vida, pero quedaron destellos de un eterno amor.
La eternidad se quedo helada al descubrir que nuestros besos siguieron viviendo en la infinitud, más allá de cualquier posibilidad de perecer. Murió la vida, pero quedo un eterno amor.
Entonces el hombre se acerca al micrófono y dice por último, cuando el reloj da su hora: "Gracias y buenas noches! Ya es hora de irse a casa." Y suelta rápido algo más: "Somos los Sultanes, los Sultanes del Swing".
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